"El respeto al derecho ajeno es la paz".
Benito Juárez
El respeto es definido según el DRAE como "veneración, acatamiento que se hace a alguien", "miramiento, consideración, deferencia". En la enciclopedia web Wikipedia, el respeto se define como "la consideración de que alguien o incluso algo tiene un valor por sí mismo y se establece como reciprocidad: respeto mutuo, reconocimiento mutuo". Universalmente el respeto es reconocido y aceptado como un valor que guía al ser humano a reconocerse a sí mismo como ser social. Implica las responsabilidades que como ser humano tiene con respecto a los demás.
El respeto es en consecuencia, la burbuja que limita mis acciones como garantía del bienestar ajeno y me protege de los actos de los demás. Es decir, el respeto me garantiza el buen trato y me obliga al buen trato. Respetar exige de nosotros valorar al otro y entender que él es tan importante como nosotros mismos y que independientemente de su posición social, raza o costumbres, es un ser humano con iguales, más o incluso menos defectos que nosotros.
Exigir respeto es muy fácil, pero respetar es muy difícil, y es difícil porque nos obliga a ver nuestros propios defectos con sinceridad. Ésto requiere valentía porque nuestra sociedad nos ha acostumbrado a creer que si reconocemos nuestros defectos seremos vulnerables. Pero considero que el ejercicio de reconocer nuestros defectos debe hacerse mediante un diálogo interno, íntimo, en el cual nos encontremos frente a nosotros mismos y nos veamos como si fuésemos alguien más. Viéndonos así, como quien se ve a sí mismo en una película, podemos entender qué efectos causan en los demás nuestras actitudes. Podemos ver cuáles son las palabras que utilizamos al hablar, qué gestos empleamos y qué mensaje transmiten esos gestos, qué expresión corporal utilizamos y cómo esa expresión nos hace sentir a nosotros mismos y a los demás.
Prestemos atención cuando nos hablan |
Al hacer esa reflexión, muy seguramente descubriremos que lo que hacemos es precisamente lo que censuramos en otros y muy seguramente diremos de nosotros mismos "el cura predica pero no aplica". Sería como imaginar que convivimos con un clon, un ser absolutamente idéntico a nosotros por dentro y por fuera, igual en todo sentido. Sólo así sabremos si somos agradables a nosotros mismos o no, porque a pesar de que siempre creemos conocernos bien, en realidad es más fácil conocer a los demás que a nosotros mismos. A los demás los vemos, los escuchamos, y si convivimos con ellos, conoceremos aún cómo duermen, qué les molesta, qué les agrada etc. En cambio nosotros conocemos nuestras reacciones ante ciertos estímulos o acontecimientos, pero no sabemos el efecto que nuestro modo de ser tiene en los demás.
Por eso es muy común que algunas personas, no sean conscientes de sus manifestaciones de irrespeto. Esto ocurre porque no consideran sus expresiones faciales, su tono de voz y su lenguaje corporal como formas de comunicación. En esos casos se defienden diciendo cosas como: "en ningún momento dije una mala palabra", sin tener en cuenta que por ejemplo, levantó la voz o hizo un gesto desagradable, etc.
Evitemos las actitudes groseras |
La capacidad de comunicarnos con los demás denota cultura; quienes son capaces de decir lo que piensan sin incomodar al otro, son quienes tienen un nivel más elevado de humanidad. El uso de la palabra parte en primer término de entender lo que se piensa o lo que se siente, entender el por qué y entender cuál es la solución para poder transmitirle al otro, de manera clara y precisa, lo que consideramos, debe mejorar, sin perder de vista nuestro objetivo. Es decir, hacerle entender nuestro punto de vista. El cual es imposible de comprender si acompañamos nuestras palabras de malas actitudes. De nada sirve dar un discurso racional, si ese discurso lo acompañamos de un tono de voz agresivo o gestos despectivos que lo único que logran es ofender a la persona que nos escucha.
Otro aspecto a tener en cuenta es la inercia ante el irrespeto. Si bien es cierto que debemos valorar al otro, también es cierto que debemos valorarnos nosotros mismos. Una cosa es ser tolerante y otra muy diferente es ser indiferente. El hecho de que seamos respetuosos no quiere decir que debamos aguantar todo tipo de atropellos. Todos tenemos derecho a defendernos, por eso ante un grito, no podemos responder con un "gracias". Defendernos es completamente legítimo. Pero al defendernos también debemos tener límites, no podemos perder de vista que estamos haciendo valer nuestro derecho a ser respetados. Nuestro objetivo cuando nos defendemos es limitar la acción del otro para que no nos agreda ni con sus actos, ni con sus palabras, ni con su tono de voz, ni con sus actitudes, expresiones o movimientos. Y si para ello hemos de elevar el tono de voz o incluso utilizar la fuerza física, debemos siempre respetar el principio de proporcionalidad, es decir, no podemos responder con un golpe a un insulto, pues el insulto agrede psicológicamente a un individuo, pero un golpe agrede no sólo psicológicamente, sino físicamente, es decir, es una respuesta desproporcional.
Por ejemplo, si un gerente da una orden y su subalterno le responde despectivamente, el gerente tiene todo el derecho a llamarle la atención al subalterno, utilizando un tono de voz que implique su posición de autoridad, pero no puede humillarle ni insultarle, porque si lo hiciere, estaría violando el principio de proporcionalidad. Igualmente, si un empleado recibe por parte de su jefe actitudes despectivas, éste puede, de manera muy respetuosa indicarle su error y pedirle respeto, pero no puede gritarle, ni insultarle porque igualmente violaría el principio de proporcionalidad.
El respeto a las jerarquías también es importante. No podemos tratar a todo el mundo como tratamos a nuestros amigos. Existen posiciones de mayor dignidad que deben ser diferenciadas. Aquellas personas que sirven a la comunidad, merecen mas respeto que las otras, por ejemplo los médicos salvan vidas y por ello merecen ser respetados, los abogados defienden la justicia y merecen deferencia, los profesores nos guían y preparan para la vida por eso les debemos mayor cortesía, los psicólogos, sacerdotes, pastores o guías espirituales nos aconsejan en asuntos del espíritu y merecen una posición social más elevada, nuestros jefes guían y supervisan nuestra labor y permiten que ganemos nuestro sustento, etc. Las jerarquías permiten que la sociedad se organice de tal forma que las labores humanas se distribuyan equitativamente y por eso aquellos que ocupan una posición social más elevada merecen que esa posición sea respaldada socialmente.
Eso no quiere decir que debamos ser respetuosos con aquellos médicos irresponsables y mal preparados, o con los abogados corruptos, etc. Esos son casos que deben hacer una excepción a la norma, porque estas personas no sirven a la sociedad, sino todo lo contrario, la destruyen. Por eso debemos condenar este tipo de actitudes. Premiar la corrupción, es denigrante, porque ante todo debemos obrar correctamente, ser transparentes en nuestra conducta y así mismo exigir transparencia para con nosotros mismos.
Así que, queridos lectores, respetemos y exijamos que nos respeten. Para concluir, les recomiendo leer el artículo "porqué el respeto no cala en Colombia" que se encuentra a la derecha de éste blog, haga click en la imagen e inmediatamente el sistema los guiará al artículo.
"El respeto es un medio por el cual se hace mejor la socialización y la cooperación"
Tomás Camacho R.
Hasta otra oportunidad.
Vínculos relacionados con éste tema:
La importancia del respeto como actitud general El respeto puede ser considerado como madre de todas las virtudes ( mater omnium virtutum ), pues constituye la actitud fundamental que presuponen todas ellas. El gesto más elemental del respeto consiste en la respuesta a lo existente como tal, a la en sí misma pacífica majestad del ser, en contraposición a toda mera ilusión o ficción; constituye la respuesta a su propia consistencia interior y a la realidad positiva, así como a su independencia respecto de nuestro arbitrio. En el respeto “conformamos” nuestro criterio al valor fundamental de lo existente; lo reconocemos, damos en cierto modo a lo existente la oportunidad de desplegarse, de que nos hable, de que fecunde nuestro espíritu. Por eso, la actitud básica que supone el respeto constituye ya de por sí algo indispensable para un entendimiento adecuado. La profundidad, la abundancia, y sobre todo el arcano misterioso de lo real sólo se descubre al espíritu respetuoso. El respeto es, por otra parte, un elemento constitutivo del asombro ( thaumátsein ) que, según Platón y Aristóteles, constituye un presupuesto ineludible del filosofar. La falta de respeto es la fuente principal de errores filosóficos. Si es un fundamento necesario para cualquier conocimiento auténtico y adecuado, es aún más indispensable para una captación y comprensión de los valores. Solamente al respetuoso se le abre el mundo sublime de los valores, en tanto se siente inclinado a reconocer la existencia de una realidad superior a la que se abre, estando dispuesto a callar y a dejarla hablar. Se entiende así por qué el respeto es la madre de todas las virtudes, pues cada virtud contiene en sí misma una respuesta actualizada al valor de un determinado sector del ser, y supone entonces la comprensión y el entendimiento de los valores. La respuesta apropiada a lo existente que en su valor se capta contiene a su vez un elemento de respeto. Esa nueva manifestación del respeto responde no sólo al valor de lo existente como tal, sino también al valor particular de un ente determinado, y a su rango en la jerarquía de los valores. Esta nueva forma de respeto abre nuestros ojos al descubrimiento de nuevos valores. Así, el respeto es, de un lado, un presupuesto para entender y captar los valores y, de otro, una parte central de la adecuada respuesta de valor. De ahí que represente una condición necesaria y, al mismo tiempo, un elemento esencial de todas las virtudes. Es como si en el hombre individual el respeto fuese algo inherente a su esencial carácter de persona creada. Constituye la suprema grandeza del individuo el ser capaz de Dios ( capax Dei ). Podemos entenderlo en otro sentido: el hombre tiene la capacidad de concebir algo que es más grande que él, de ser atraído y fecundado por ello, y él mismo puede entregarse a ese bien mediante una pura respuesta de valor nacida de su propio querer. Esa esencial trascendencia del hombre lo distingue de una planta o de un animal, ambos exclusivamente inclinados a desplegar su propia esencia. Sólo el hombre respetuoso ratifica conscientemente su verdadera condición humana y su situación metafísica. Asume una actitud ante lo existente que actualiza sólo por su facultad receptiva y su capacidad cognoscitiva, a través de la cual puede ser fecundado por una realidad superior.
ResponderEliminarVon Hildebrand, Dietrich. La importancia del respeto en la educación. Educación y Educadores, 2004, Volumen 7, pp. 221-228.
Colombia: Universidad de La Sabana, 2004. p 222.
http://site.ebrary.com/lib/ucooperativasp/Doc?id=10559911&ppg=3
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