viernes, 31 de enero de 2014

VACACIONES EN VILLAVICENCIO

Durante estas vacaciones mi familia y yo decidimos hacer turismo en nuestra propia ciudad. Invitamos amigos y familiares a nuestra casa, y entre boyacenses, bogotanos y antioqueños, nos dispusimos a disfrutar de la Villavicencio turística, tan ampliamente promocionada por toda Colombia.

Nada salió como lo esperado. No bien llegaron nuestras amistades del interior, cuando los taxistas empezaron a especular con los precios de los pasajes. Pero a medida que avanzaba el paseo, el panorama empeoraba. En los restaurantes, el atropello fue monumental. En cada restaurante tuvimos que esperar incluso más de una hora para que nos atendieran. Las meseras siempre estaban apuradas y con una pésima actitud. Los pedidos llegaban sumamente tarde, en desorden, la comida fría, e incluso uno de los integrantes del grupo tuvo que padecer una noche en la clínica, porque le sirvieron una carne a la llanera en mal estado.
El inocente turista, pensó que el sabor típico de la carne a la llanera, era ese fétido bocado que lo envió a urgencias.

En un estadero, un llanerito de 5 o 6 años, arrojó tierra en los ojos de otra de nuestras invitadas, ante la sonrisa complaciente de sus padres. Los tenderos no saben saludar, ni decir a la orden, a veces ni hablan… En fin una y mil situaciones puedo referir.

Villavicencio ha cambiado para mal. Y no es por el “progreso”, porque progresar es mejorar, como ocurrió con las grandes ciudades del mundo. Pero lo más triste es que no notamos que todos perdemos. Nos falta mucha cultura y educación para que Villavicencio se pueda convertir en una ciudad de turismo familiar, sano y decente.

Aún resuena en mi cabeza la pregunta que me hizo uno de mis amigos paisas que visitó el llano en estas vacaciones: ¿oíste, aquí en Villavo toca dar las gracias, o pedir perdón?

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