lunes, 8 de mayo de 2017

El trabajo como factor de producción


Los factores de producción son básicamente tres: tierra, capital y trabajo. Se les dice factores de producción porque la renta que se genera mediante la producción, se distribuye entre estos tres. En éste caso nos enfocaremos en el trabajo, cuya retribución es el salario. Son muchos los asuntos que vale la pena contemplar al analizar el trabajo: los determinantes de la oferta de trabajo, la contratación de mano de obra por parte de los empleadores, la determinación de los salarios, el desempleo, la regulación del mercado de trabajo y la informalidad del empleo.

La población económicamente activa, es decir aquellas personas que están en edad de trabajar, quieren y pueden trabajar; se enfrenta a factores estructurales y coyunturales en la oferta de trabajo. Dentro de los estructurales están el nivel educativo, la experiencia laboral y el conocimiento específico en la labor a adelantar. Los factores coyunturales engloban las circunstancias por las cuales aquellos miembros del hogar que no tienen la principal responsabilidad de trabajar, acceden a emplearse para generar ingresos. Debido a la precariedad laboral que existe en Colombia, la oferta laboral siempre ha sido superior a la demanda. En cuanto a los determinantes estructurales, indudablemente esto tiene una relación directa con las entidades que ofrecen facilidad de colocación a las personas. Por ejemplo las entidades educativas, pues al "vender" una mayor garantía de colocación, las personas acceden a adelantar estudios superiores para conseguir un mejor empleo, pero no para ejercer una actividad acorde a sus gustos o vocación. Su preocupación por lo general es su propia necesidad, pero no lo que puedan ofrecerle a la sociedad gracias a sus conocimientos.

En relación a la demanda de trabajo o contratación de mano de obra por parte de los empleadores, ésta depende o está determinada por la situación de la economía. Cuando se está en auge, se contratan más trabajadores y cuando se está en recesión se contratan menos. Del mismo modo, si hay progreso económico se contratarán personas mejor cualificadas y viceversa. Y de ello también depende el alza o reducción de los salarios.

Pero la determinación de los salarios no siempre es acorde, ni a las necesidades del trabajador ni a las cualidades del mismo, ni a la situación de la economía. En muchas ocasiones se pueden ver en cargos asistenciales y operativos a personas con cualificación profesional. También se puede mencionar el caso de quienes tienen una elevada experiencia laboral pero que no son contratados en cargos de responsabilidad debido a su edad. Por otra parte, épocas de auge económico observan retribuciones salariales bajas, al igual que en las de recesión. Por eso, hemos de entender que la fijación de los salarios por parte del empleador siempre tenderá a la baja, su impulso por las ganancias exige escudarse en los determinantes mencionados para justificar el no pago de retribuciones dignas. Creer en esas justificaciones lo único que logra es aceptar esa reducción salarial, desconociendo la posición del empleado como víctima.

El desempleo, el sub-empleo y el empleo informal son consecuencias de una avaricia sin fin por parte de los empleadores. El papel del Estado ha sido de justificación y mediación subjetiva, pues quienes integran los altos cargos públicos siempre son empresarios o familiares de empresarios que financian las campañas de los gobernantes, quienes a su vez en razón a la deuda contraída se sujetan a sus demandas independientemente del daño que causen al pueblo que representan.

Es por ello que medidas como la creación de un contrato laboral injusto, la ampliación de la jornada laboral, el recorte de las pensiones y aumento de la edad para acceder a ellas, y en resumen la total falta de garantías laborales en Colombia, es una situación que claramente tiene ganadores. Es por ello que se aplauden aquellos mensajes que buscan acabar con el salario mínimo con la excusa de que evita a los empleadores contratar personal. Recordemos que para ellos lo mejor es tener "dos por el precio de uno".

Por otra parte, aprender a leer los indicadores de empleo y desempleo es fundamental para poder tener una idea clara acerca de las verdaderas variaciones que acontecen a este respecto. El gobierno nacional y algunos periodistas alienados se enorgullecen en presentar cifras de desempleo a la baja. Pero hemos de recordar que para el DANE (quien define estos conceptos) el desempleo no siempre ha englobado a las mismas personas. Para ello hemos de ser conscientes de que no todos los trabajos son empleos. Por ejemplo, un vendedor ambulante, que tiene que padecer al sol y al agua, que posiblemente tenga un título universitario, pero que por deudas ocasionadas a razón de sus estudios, o tragedias personales no ha podido encontrar un empleo formal y tuvo que salir a las calles a "rebuscar" su sustento, ese vendedor no aparece en las cifras de desempleados, como sí ocurría antes. Ahora a su situación se le llama "subempleo". Al sacar a todas estas personas que buscan un empleo de verdad, de las bases de datos de desempleados, pues obviamente la cifra de desempleo cae.

Por eso en lugar de hablar de los porcentajes de variación del desempleo, es preferible observar el porcentaje de variación del empleo informal. Pues éste tiene como característica precisamente lo precario de las condiciones laborales. De esta forma podremos saber mucho mejor cuál es la verdadera situación que al respecto vive Colombia.

De todas formas, y a pesar de estas reflexiones, no se puede desconocer que lo que más motiva al colombiano es el miedo. El miedo a protestar y la desidia ante la propuesta de defender sus derechos. Siempre culpando al vecino de no hacer nada y con la seguridad de que si hace algo de todas formas saldrá perdiendo. Pero lo único rescatable de todo esto es que por lo menos sabremos que somos esclavos de un sistema injusto. Porque no hay nada más deprimente que un esclavo defendiendo a su dueño.

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