martes, 15 de octubre de 2013

Política fiscal

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La política fiscal, utiliza como herramientas para implementar sus estrategias, los ingresos y los gastos públicos. Los ingresos pueden ser de capital, o provenientes de los impuestos. En cuanto a los gastos, éstos pueden ser de funcionamiento, de inversión o de servicio a la deuda.

Se les llama ingresos de capital, aquellos que provienen de préstamos, liquidaciones o inversiones. Los impuestos, en cambio, son una contribución obligatoria, no recuperable de las personas y empresas hacia el sector público, y pueden ser directos, es decir, aquellos que se fijan sobre el patrimonio físico o financiero, cuya tendencia es a ser progresivos, o indirectos, que son los que se imponen sobre el consumo de mercancías y tienden a ser regresivos. 

La principal diferencia entre los impuestos progresivos y los regresivos, radica en que los progresivos recaen con mas fuerza en quienes más dinero tienen, evitando ampliar las brechas sociales, mientras que los regresivos, pesan más fuerte sobre los más pobres, debido a que el gravamen recae sobre toda la población, haciendo que los pobres, destinen un porcentaje más alto de sus ingresos al impuesto.

Por su parte, los gastos de funcionamiento, incluyen, los gastos de personal, gastos generales y transferencias. Los gastos de inversión, son los destinados al aumento del patrimonio público, como por ejemplo, obras de infraestructura e inversión social. Y los gastos al servicio de la deuda, son aquellos destinados a pagar las obligaciones contraídas por el gobierno, ya sea al interior del país, o con el exterior.

Al aplicar la política fiscal, el gobierno puede acudir a la caja de herramientas de Keynes. En primer lugar se determina cuál es el fenómeno o ciclo económico que está afectando la economía. En caso de ser un fenómeno relacionado con la expansión monetaria, como es el caso de la inflación, el gobierno aplica una política anti-cíclica, es decir, que tienda a la contracción, para ello, reduce el gasto público o incrementa los impuestos, de esta forma, reduce la cantidad de dinero en la economía, reduciendo la demanda y estabilizando los precios.

En caso de que el ciclo económico muestre signos de contracción, como es el caso de la recesión, el gobierno, ataca el ciclo, mediante una política fiscal de expansión, es decir, incrementando el gasto público, o disminuyendo los impuestos, de esta forma el ingreso en la población se incrementa, permitiendo un aumento en la demanda y logrando un nivel de precios deseable, que permita mejorar la inversión.

Estas políticas generalmente parten de un análisis riguroso de la economía, y se busca fomentar el bienestar social, pero cuando la cantidad de dinero en circulación se incrementa por requerimiento y decisión unánime del gobierno (hecho conocido como señoreaje), se produce una inflación o impuesto inflacionario, que en lugar de favorecer la economía, la empeora, ya que la cantidad de dinero en circulación, no se incrementa por necesidad de las familias y las empresas, situación que en lugar de fomentar la producción, tan solo eleva los precios.

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